Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 8 de marzo de 2010

EL DESPEÑADERO.

Arriba: El Estado Peronista a punto de sucumbir la fatídica tarde gris de agosto del ´55, con el tronante Líder a punto de lanzar al vacío el "Cinco por uno", precipitando la llamada Revolución Libertadora.

Abajo: La presidenta actual del estado democrático en instantes críticos, sin amenazas pero con idéntico talante numantino, heredado del viejo populismo.

Los acontecimientos se precipitan sin catastrofismo alguno esta vez. Acorralados por señalamientos y restricciones dimanadas de la Corte Suprema y algunos jueces, reforzando la potestad del Poder Legislativo, los arrogantes señores Kirchner intentan acorazarse respaldándose en los "gordos" sindicales, la menguada tropa de fieles que les queda y alguna medida reparadora, cómo la de una nueva regulación progresista del trabajo doméstico y su vasto ejército femenino, sin las garantías desde 1956 que el previo Estado Peronista les brindó.

En medio de las peleas que desarrolla en casi todos los frentes, el matrimonio de poder pierde uno tras otro los papeles que acreditan el buen diálogo de partes. El último dislate atacando a la Corte por salir al cruce, defendiendo la independencia del Poder Judicial ante el Ejecutivo, fue respondido por Carlos Fayt calificando de "tonterías" las catilinarias presidenciales.

"En la Argentina de estos momentos" -agregó- "el conflicto domina la inteligencia. Es entonces necesario entonces poner una cuota de inteligencia para dominar el conflicto".

Lo que Fayt no aclaró es de qué lado está la inteligencia. A esta altura del partido es difícil saberlo. Sin embargo, es posible determinar dónde no hay rastro alguno.

Las pruebas al canto llegan desde la reunión que Cristina Fernández mantuvo con los miembros de la GCT y los sindicatos medianamente opositores. En la misma sostuvo, entre otros asuntos cuya secreta razón (aka, el uso de reservas para pagar la deuda, y la "pavura" al juicio político) reserva su conturbado ánimo;

"Hay que dejar de relacionar los salarios con la inflación...".

No se refería al abultado vientre de los asistentes, sobre alimentados por el privilegio mientras el hambre acosa al 30% de los argentinos.

En boca de cualquier político contemporáneo con ciertas nociones de economía la frase sonaría estrafalaria. Juan Perón la aplicó a rajatabla tras la crisis económica de 1952. Eran otras épocas, en las que controlar los precios subvencionando muchos era posible; al menos en apariencia.

Éstas de globalización pintan bastos en materia de espejismos. Sobre todo cuando la paranoia toma posesión de quien no respeta el cargo que ocupa, por más decisivo que sea de cara al presente y el futuro de la Nación...



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