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sábado, 27 de marzo de 2010

LA COBERTURA SOCIAL DE BARACK OBAMA.



En la columna: la vida cotidiana en Afganistán e Iraq. Por último, el gran charlista y Presidente Obama, impulsor de la nueva cobertura médica y sostenedor de la intervención norteamericana en los dos paises (e índa máis).
Sin duda alguna constituye una importante reparación para los ciudadanos de la Unión esta reforma que, no siendo lo que se proyectaba, da cobertura médica gratuita a mucha más gente. Pero siendo los EEUU una democracia "para sí", con poca a conexión ética con el universo no puedo menos que destacar sus tropelías en Iraq y Afganistán (las últimas perpetradas con el concurso de tropas de la OTAN, entre ellas las españolas).

En aquellas tierras, castigadas por el colonialismo, dictaduras de todo laya e invasiones soviéticas o norteamericanas (así fue en tierra afgana) sus habitantes no cuentan con cobertura médica ni social. Sometidos al estandarte antiterrorista los irquíes y afganos siguen atenazados por la presencia de tropas extranjeras que regulan, más allá de gobiernos locales corruptos o títeres al uso, la vida social "garantizando" la seguridad.

En el Occidente desarrollado podemos ufanarnos de tener cobertura médica y asistencial, tan asegurada por el Estado de derecho como la libre expresión y el sufragio. Sin embargo, hoy por hoy un 25% de la población mundial no cuenta con tales garantías.

Para los ciudadanos norteamericanos el triunfo de Obama y parte de su Plan supone un claro avance social. Sancionada la Ley mediando una feroz lucha con el fuerte estamento político y económico conservador, el mandatario consiguió presidir al fin -tras un año perdido en fallidas componendas- una emotiva ceremonia en la que luego de mencionar con emoción a su madre, fallecida por cáncer años atrás, sumó la presencia de otro hijo más pequeño y de familia humilde (Marcelas Owens), víctima de otro dolor reciente al perder la suya.

La importancia en la instrumentación de los símbolos sigue distinguiendo al populista afro americano, una vez atravesado el tortuoso rubicón congresual. Lo que no puede remediar su sentido de la piedad, en tanto representa a una potencia mundial aún hegemónica, es la naturaleza imperialista del país que gobierna.

El terror yihadista y el cuco Ben Laden son productos de la injusticia universal, y la marginación de vastos sectores del planeta. Estos asesinos brotan de atroces realidades y en ellas se desarrollan como los moscardones y alimañas que sobrevuelan o reptan predios abonados por el hambre, la sangre, la destrucción, las plagas y el dolor.

Por ende, el festejo de una mayor presencia de control y garantía estatal en el reino de la propiedad privada y los derechos individuales no debe llamarnos a engaño. De ella se benefician muchos norteamericanos, mientras otros, armados hasta las cejas por el Alto Mando desarrollan acciones bélicas contra pueblos indefensos con el pretexto de defenderles y resguadar América de nuevos "11-S". En tal sentido es necesaria la mayor cohesión social; aunque no para vulnerar los derechos de otros pueblos. Y por desgracia, eso vienen haciendo sus "democráticos" gobiernos desde fines del siglo XIX.

Basta cruzar la frontera mexicana para observar aquello que la potencia del vicio norteño destina al Sur en esta cruel división hemisférica del trabajo, o aterrizar en la Honduras post electoral, patrocinada por la diplomacia norteamericana y sus sicarios locales, contra la opinión mundial y la de casi todos los países que integran el subcontinente.
Esa es la otra América; la del patio trasero trufado de basurales donde malviven los pobres; víctimas mayores de cualquier temblor terrestre.
Para muchos latinoamericanos hasta esos pagos no llegará otra cobertura que la del manto de la muerte.

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