Veo a Alfonso Alonso, Portavoz titular de la X
Legislatura responder, temulento y vacilante, ante las preguntas de los
diputados opositores sobre el Caso Bárcenas, excusando su falta de
información oficial. El ex Alcalde de Vitoria, que no está entre los
manifiestos halcones del Gobierno y su partido, no sabe dónde meterse.
Comparece para el ridículo y la larga historia de la inconsistencia
oficial. Se advierte, detrás del bochorno, la pugna de tendencias en el
sector. En medio del descrédito y la enorme pérdida de apoyo de sus
propios votantes, el navajeo en el interior de la tribu del PP se
dispara. El caso es que, de nada valdrían las excusas, de producirse,
por lo absurdo del pandemonio.
Hasta al día de hoy, Mariano Rajoy
no mencionó a Bárcenas tras el estallido de la bomba mediática y los
papeles secretos, llovidos del confeti y los saqueos, provenientes de la
trama "Gürtel". Hasta poco antes, Bárcenas era un modelo de
honorabilidad en boca del Presidente. Lo mismo, claro, había dicho del
ex Presidente y truhán balear, Jaume Matas.
¿Podríamos tratar de
incrédulo, mal informado, tonto, o cínico al señor Rajoy?
Para
millones de ciudadanos puede ser una de esas cosas, varias, o todas
juntas. El cuadro indica que, sea cuál fuere la naturaleza moral del
personaje y su entorno, estamos muy mal gobernados. No por culpa de
Bárcenas. Sino de quienes le dieron de comer, quitando de paso el pan y la sal a
muchos, muchísimos españoles.
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