Viene a ser
la presente una edición virtual, corregida y aumentada, de la que fue impresa
con igual título hace ya nueve años, aunque sin la inestimable colaboración de
mi querida esposa Maria Aparecida da Silva. Ella fue quien repasó y corrigió el
previo texto, actualizándolo con sabia minucia documental para su
puesta en página, empleando talento y pasión también en su formateo.
Juntos disfrutamos de la labor mancomunada, tan plenamente como en las cinco
novelas que llevamos entregadas a Amazon Kindle para su publicación.
Es pues
a Maria Aparecida que dedico esta obra remozada. Sin su estrecha
colaboración no hubiera sido posible volver a disfrutarla integralmente y con
absoluto respeto por el lector. Creo que Greta Garbo se merece esta
cuidada edición, muy superior a la otra. Fue el emblema de la belleza
femenina en el siglo XX desde la pantalla, encantando a hombres y mujeres por
igual merced a una industria que combinaba, en ocasiones, el comercio y el
espectáculo con el arte.
Su irrupción
en el cine mudo con la Metro Goldwyn Mayer, tras viajar desde Suecia superando
una infancia y juventud humildes, se prolongó durante once años en el periodo
sonoro. En ambos desfiló como una emperatriz. Tras bambalinas llevó una vida
atormentada y silenciosa en lo posible. Sus distancias con el entorno eran
considerables y, presa de un eterno dolor interno, no fue feliz. La
duplicidad sexual de lesbiana con una leve inclinación por el sexo opuesto era
conocida y respetada en el ambiente, así como su retraimiento ante la prensa y
cualquier campaña publicitaria. En tales aspectos, mi libro procura equilibrar
esos y otros factores, vinculando incluso roles de la pantalla con rasgos
personales, a la vez que se aborda el cotejo de algunos de sus veintisiete
filmes, impresos durante diecinueve años, con las obras literarias y
personajes históricos originales que el cine adaptó para su lucimiento y el de
otros intérpretes que la acompañaron. La visión de una fábrica de sueños y la
naturaleza de los mismos, desgranando personalidades y roles, ocupan
buena parte del texto.
Mi intención
última fue y continúa siendo, por encima de todo, aquello que persiguen mis
renglones desde que el oficio de escribir atrapó mi corazón: mostrar el
alma de mis personajes, ficticios o reales. Para el caso, la de una mujer
que, por efecto de sus cualidades y circunstancias, se transformó en símbolo de
una época, pese a haber dedicado menos de una cuarta parte de su larga vida a
encantar multitudes y encender corazones. Fueron, pese a lo que se diga, sus
mejores años, y de ellos el cinematógrafo imprimió esa huella, única y
trascendental.
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