Entendámonos de una buena vez: desde 1939, año del triunfo fascista, en España la democracia fue abolida, retocándose unas pocas cosas que, supuestamente adecentaban el país. Del pacto entre los fascistas y los hijos democráticos de los mismos, se impuso el legado franquista de una monarquía legada por el dictador presidiendo el Estado, junto a libertades limitadas y el voto sujeto a dos grandes partidos que se comprometieron en respetar las reglas de juego de no volver a “las dos Españas”, favorecedoras en sí mismas del atraso y el sometimiento a una Ley fundamental generosa en las formas, pero despótica en los hechos. Estoy harto de que la izquierda mencione la pérdida de valores democráticos en manos del PP. Lo que hizo la extrema derecha en época de crisis, fue desvelar hasta qué punto carecíamos del bien. Hoy, gran parte de la sociedad es de extrema derecha. No es por el voto y las maniobras congresuales que avanzará la izquierda, pese a ser mayoritaria en el sufragio. Ésta es la realidad de hoy. El sistema cuenta con políticos de alquiler y medios materiales poderosos, que sólo pueden vencer las movilizaciones incesantes, y partidos que no concilien con el régimen, esgrimiendo principios tantas veces deformados. Unidos Podemos emprende la nefasta ruta de Syriza, gestionando la crisis capitalista griega.Los acuerdos de Garzón e Iglesias con Errejón la están pavimentando ya desde antes, cuando llamaban al PSOE, que ya era bien derechista, a sensibilizarse. Lo importante ahora, es enterrar cualquier ilusión de reflotarlo mediante la vuelta de Pedro Sánchez. Caído el PSOE, se abre la perspectiva de un PP solitario frente al pueblo llano. Comporta el hecho una gran oportunidad de fortalecer a la izquierda real, junto a los soberanistas, los sindicatos y las mareas, con un programa de clase.
Más allá de Rajoy y sus compinches, la amenaza verdadera y más potente contra el progreso y la equidad social, es esta UE y su directorio, gobernado por el Cuarto Reich. De ser por el PP, sin semejante auxilio, su tinglado corrupto y genocida, con el que colaboran desde tiempo ha los socialdemócratas, sería cosa de ayer, no del presente, como mandan penosas circunstancias que deben y pueden ser revertidas.
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