En Gran Bretaña los referendos son mecanismos democráticos, en España están prohibidos. Manifestando su renuncia, el Premier Cameron mencionaba orgullo por haber dado voz a sus compatriotas. España se caracteriza por silenciarlas. Es algo de lo que no pueden ufanarse Rajoy y sus cómplices. El Brexit abre la puerta a que las furias mediáticas y políticas errecien, negando los derechos catalanes y vascos a decidir sus destinos. Otra confusión alevosa, radica en hablar de Europa, incluyendo al siniestro tinglado de Bruselas y Berlín, oponiéndose a los británicos que se han manifestado por el abandono en el 52%. No es antieuropeo quien enfrenta el sendero antisocial que recorre la Europa actual por motivos políticos y sociales. El abandono de esa podrida barcaza mediante una consulta ciudadana ya manifestaba oposición en las islas, al no subrogar la Libra al Euro. Ahora, el abandono de la segunda economía de esa trama continental ha cuajado, lesionando seriamente el dominio de Bruselas, Merkel y el imperio alemán sobre los arruinados territorios del sur, amén de precarizar a sus propias clases humildes, penalizando a los refugiados,mientras se da la espalda cínicamente a la Declaración de Derechos humanos de la ONU.
Las repercusiones en España manifiestan los gritos en el cielo de sus partidos oligárquicos, el Ibex35, las grandes empresas y emporios bancarios. Consecuentemente,insistirán en la demonización de las consultas autonómicas, conservando la centralización estatal franquista, hallaremos en ella los ecos del voto popular, reaccionario o justiciero, pasado mañana. La única formación que leyó correctamente, en principio, la desconexión británica y sus posibles consecuencias, fue el Frente de Izquierdas. Los restantes son europeístas del Cuarto Reich. De hecho, sus cómplices. Pese a esta unión pro imperialista,ya nada será igual que antes para sus negocios.
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