Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 20 de febrero de 2017

VIVIR Y MORIR EN LA CALLE

Decìa en otro comentario que, en Brasil, los moradores da rua se multipican como los panes y los peces de un festìn diabòlico. A menudo me cruzo con humanidades cubiertas por harapos mugrientos, cartones y frazadas viejas. Viven y mueren al aire libre, como las palomas de Rìo de Janeiro, en espera  de que el adiòs llegue en el sueño como regalo pòstumo de la dejaciòn social que impera en este otro país, tan grande como un continente y tan brutalmente desigual. Repasar las vidas que alfombran las baldosas en verano e invierno nos lleva a imaginarles recién nacidos, cuando las cartas del destino no los habían marcado, aunque amagaran hacerlo al ver la luz en la pobreza de la favela o el morro. Sin duda, los abandonados de la tierra cometieron errores. Pero cometerlos siendo pobre conlleva la dimensión de pequeñas tragedias que se pagan caras. Las edades de estos auténticos expatriados son diversas.En todas manda y ordena el abandono, cuando no una enfermedad mental.Si me contaran sus historias tristes hasta el desgarro me romperían el corazón. Lo sé, aunque puedo imaginarlas en cada rostro y hasta en la forma de dormir. Casi todos lo hacen en posición fetal, como buscando el amparo de un útero materno, olvidado quién sabe dónde. Algunos entre sueño y sueño recogen latas y objetos de la basura, cargándolos en grandes bolsas. Por ello reciben unos pocos reales, apenas monedas para matar al hambre del organismo moribundo. En España he visto mendigos acompañados por algún cachorro. Los de aquí no podrían mantenerlo. En este país la sanidad pública yace a los pies de los caballos. La privada es carísima, de forma tal que, sin necesidad de morar en la rúa no cremarán tus restos ni conseguirás un entierro digno, eventos que cuestan carísimos. Mientras esto sucede, los políticos hacen su agosto de sueldazos siderales, usurpando el poder a sus anchas, Temer y su gavilla mediante. Por momentos desearías verles a todos ellos viviendo y muriendo en las calles, como los muchos pobres y desamparados que malviven en este país, rico en recursos, privatizados por la ley del más fuerte. 

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