CAMBIAR RADICALMENTE LAS COSAS

Una de las formas más efectivas de combatir al enemigo de clase es no darle tregua alguna. Así mismo proceden la burguesía y su punta de lanza criminal de la extrema derecha gobernante. De manera que cabrá responder, empleando la misma metodología. Esto significa en buen romance, movilizar en forma incesante la base social de apoyo popular, promoviendo actuaciones constantes como respuesta a la estrategia enemiga. El 15M inauguró esa respuesta, que Podemos y sus asociados, una vez constituidos en alternativa política, eluden en forma constante. No dar tregua, significa salir a las calles discutiendo el saqueo constante de ese gravísimo atentado a la salud que es la factura de energía, vinculándolo a la corrupción de las puertas giratorias, la Reforma Laboral, el paro, la precariedad mendicante, vigente hoy en el mercado de trabajo, y el estado general de gravosos asuntos inherentes a la monarquía como forma de Estado. El que, hoy por hoy, nos hunde en el cómputo de derechos humanos vulnerado, y la brutal desigualdad social en la UE. 

No veo en el cónclave de Vistalegre 2, más que la irrisoria recomposición del aparato por parte de una formación reformista, que no alarma desde el parlamento a la burguesía española y sus sicarios del PP, PSOE y C´s. El miserable Errejón encabeza esta perniciosa tendencia integradora con el enemigo, pero tampoco Iglesias le va en zaga en su lucha por controlar todo y a todos desde el supremo liderazgo. 

Convertirse en una ramalazo del infierno para la corrompida oligarquía local, pues de eso se trata, no será fácil, aunque sí posible, pese a que repriman, encarcelen y maten como de todas formas van a hacer y están haciendo ya. De hecho, la baja calidad de vida en el país lo transforma en un cementerio más o menos silencioso, a corto y mediano plazo para millones de familias. Aguardar que las pensiones bajen siete puntos en los próximos años, como oficialmente se anuncia, abrirá boquetes en el voto gobernante, pero llegará tarde y mal como remedio. 

Ganar tiempo significa que ellos lo pierdan y, en tal sentido, nada mejor que introducir a fondo en los explotados la noción que lo son y serán, de no cambiar radicalmente las cosas. Al menos para no continuar siendo una mala copia de Syriza