Mi última novela está lista para revisión y puesta en pantalla. De esto
se encarga mi esposa, que no te deja pasar una coma, de más ni de menos.
Cualquiera que repase sus labores de escritura propia en "INTERTEXTO",
podrá observar esta brillante meticulosidad, unida a su estilo, no menos
enjundioso. Con esta nueva entrega de mi personaje noir me alejo aún
más de los estrereotipos de género, desembocando en las aguas turbias de
una novela dramática y sensorial,
entremezclada con sexo del bueno y del peor, crímenes bastiales, y
personajes tortuosos. Reconozco cierta influencia del cine que hace
Quentin Tarantino, pero con un toque psicológico inconfundible, y
mensajes políticos de 1944 USA, con el macartismo llamando brutalmente a
la puerta.
Los rasgos detectivescos del personaje central tallan
menos que la vida amorosa de un indivíduo cercano a los cincuenta años,
al que no rinde la adversidad en el terreno. Superar la desgracia
mirando al día siguiente no es patrimonio abrumador del género humano;
aunque sí de este héroe parcialmente autobiográfico en su resolución.
Del personaje inicial de "El Sueño de Babilonia" que encontraba el amor
por primera vez en su elusiva vida treinteañera, hasta este otro, con
casi veinte años más y muchas pérdidas, median la experiencia y una
voluntad de hierro en materia de superación. En eso me parezco al
personaje, y en él proyecto esa filosofía, más el retrato de las épocas
que lo acompañan en sus avatares. La continuidad de una serie te permite
experimentar los cambios que, en este caso, afectan al protagonista y
su entorno.
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