Pedro Sánchez no hace otra cosa que
desnudar su verdadera ideología al retractarse de todo, incluyendo sus
señalamientos a Rajoy en el cara a cara. Antes de las elecciones,
programaba ya negar después todo lo realizado. Hoy se remite a aguardar el
disparo en la nuca de los barones, capitaneados por la Sultana de
mercadillo, y el tiro de gracia en las elecciones, de cara a los
votantes de ayer. Vanas resultaron las acusaciones contra Podemos e
Iglesias, culpando del fracaso que sólo
compete a él y sus cómplices, al propiciar un falso Gobierno del cambio
con los falangistas de C`s,olvidando que los programas de cada partido
no mienten, aunque él mismo sea un mentiroso de marca mayor.
Probablemente, mientras Pedrín llore sus desgracias y miserias culpando
al prójimo, le mantendrán en la Secretaria General, tal como anunció
García Page, convirtiéndole en otro Rubalcaba más alto y con pelo. Su
previa campaña aliándose con Rivera fue esencialmente la misma:
garantizar los recortes, las infames leyes laborales y el despojo de la
mitad de los españoles, por cuenta de Rajoy, el PP y Merkel.
Su
grado de deshonra supera los de Zapatero, Rubalcaba y su tardío mentor,
Felipe González, reduciéndole a una presencia fantasmal, en probable
espera de alguna puerta giratoria, remisa en cobijar su presencia por
una razón crucial. Los servicios prestados no alcanzan sin un cierto
éxito de público, es decir, de sufragios. Y dudo que el salvavidas
imaginario al que echa mano le sirva para flotar mucho tiempo. Los
argumentos condenando el "Y tu más", al tiempo de resarcir el perdido
honor de Rajoy son tardíos como los llantos y alaridos de una comadrona
de pago. De momento, algunos socialistas y coptados se bajan del carromato.Nadie
quiere mancharse con la bosta de una derrota.
Pronto serán legión,
como las ratas que abandonan el barco, devastado por la peste en un PSOE
pronto a sucumbir. Toda esta decadencia reformista lo refiere desde un
cristal oscuro y con la rosa de antaño podrida, del que Sánchez asoma
protagonista, y naturalmente culpable, aunque sea, otro más que modesto
cabeza de turco.
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