Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 2 de diciembre de 2007

INGRID

Su mirada triste acaba de recorrer el planeta globalizado.

Las frases de la cautiva, bellísima como una madona pese al cruel encierro de años, son conmovedoras.

Es una más, entre las víctimas de los violentos e intemperantes; de los salvajes y sádicos que, roídos por los fantasmas y el desprecio universal se cobran la revancha con bajezas inauditas.

Es inevitable evocar masivos secuestros como el del Gueto de Varsovia, los campos de exterminio nazis o japoneses durante la Segunda Guerra Mundial; calcados por los Estadios de Pinochet, o los chupaderos y la ESMA de los militares argentinos.

Pero no sólo las dictaduras secuestran y torturan largamente. Los terroristas (que siempre aspiran a ser dictadores) también, y no les van en zaga en materia de crueldad.

En los zulos de ETA; los aguantaderos del ERP o de los Montoneros y Tupamaros en los iniciales ´70; las actuales covachas de Ben Laden o las frondosas selvas de Colombia, se intenta destruir a los seres humanos.

Cuenta Ingrid Batancourt, secuestrada por las FARC desde el 2002.

"La vida aquí no es vida, es un desperdicio lúgubre de tiempo. Vivo o sobrevivo en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima, que oficia de techo, con lo cual puedo pensar que tengo una casa".

El párrafo es un segmento de su carta, desgarrada a golpe de renglón.

Pienso en José Ortega Lara, y su prolongado cautiverio en un zulo que parecía una trampa para conejos. Y no dejo de pensar en Vâclav Havel, Nelson Mandela y Solhenitzyn.

También en Edmundo Dantés.

Cuando niño, lo que más me emocionaba de "El Conde de Montecristo" no era su triunfo final sobre la injusticia y los injustos, sino la entereza de Dantés soportando el cautiverio, y su empeño en no doblegarse.

Era una novela de aventuras. Pero la de Dantés no era cualquier aventura. Ni la de nuestro José [Ortega Lara], el funcionario de prisiones a punto de perecer en el hoyo inmundo; rescatado a tiempo por la Guardia Civil.

Tampoco los dramas reales de Hâvel, Mandela o el escritor ruso que purgó ocho largos años de gulag.

Los últimos tres documentaron sus tormentos. En alguna forma los testimonios sirvieron para derrotar a sus enemigos; que eran los enemigos de sus pueblos y de la humanidad.

El archipiélago literario del condenado a ocho años, hizo más por la caída del comunismo que millones de libros y de panfletos doctrinarios de derecha o izquierda.

Lo mismo puede decirse sobre la vigorosa y creativa reacción de Havel y Mandela frente a los métodos empleados para minar la naturaleza humana, en las mazmorras de la antigua Checoeslovaquia de la hoz y el matrillo, y la Sudáfrica racista del Apartheid.

Gracias a esta contribución, otros que eran pasibles de ser tan destruidos como Dantés, Ortega Lara y ellos, renacieron en vida y plena consciencia de la tumba de silencio y barrotes que se les destinó.

Los secuestradores, cualquiera sea el motivo y estatus, machacan la materia viva e inteligente. La van minando, o eso intentan. Por un motivo u otro, odian la especie de pertenencia y reniegan de ella, empleando la más pura y simple brutalidad.

No hay torturas más refinadas que otras. En el fondo cuenta el encierro, y para ello el previo secuestro. Las jaulas de oro son una metáfora, o consuelo de tontos. A efectos prácticos no existen.

La clave de cualquier jaula de éstas, es aislarte del mundo, para que olvides que a él perteneces. y les entregues tu voluntad.

Eso quieren. El requisito de la dignidad rendida comporta el trofeo. La prueba inmanente de su poder.

Si una imagen vale más que mil palabras, la que los periódicos, las televisiones y la red nos traen de Ingrid Betancourt vale miles de millones. Su carta es igual de valiosa. No es la prisionera que se arrodilla y pide clemencia.
Deja ver que detesta a quienes la secuestraron, y que no se ha rendido. Prueba de ello es que aún disponiendo de dos palos, una hamaca, el mosquitero y un toldo sigue pensando en una casa.

En manos de estos ogros hace ya cinco años, nuestra querida niña sólo está un poco cansada...

Ocultos en la selva y los pantanos, como las serpientes y alimañas, los asesinos de las FARC, la guerrilla del narcotráfico más antigua de América y el mundo moderno, pueden echarse a temblar. Nada ni nadie los protegerá del clamor mundial que precede a la tormenta.

En la tristeza y la fatiga de nuestra amada Ingrid, y su añoranza de volver a sus seres queridos, navega nuestra ira y sed de justicia. Ellas crecen como una ola que os barrerá de la faz de la tierra.
Qué lo sepáis, sicarios de la muerte y el terror...















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