Mala
gente. Partida de bandoleros envuelta en las banderas gobiernan este
mapa empobrecido, donde la ruina trepa como la hiedra, en un cuerpo
social plagado de dolor en su franjas más vulnerables. El largo collar
de cuentas de tanta mentira oficial arrastra víctimas anónimas, en cada
agonía de los que comen salteado o escarban en la basura, mientras el
cuerpo debilita el pulso, ahogando el estertor al aire libre, entre paredes prestadas por la caridad, las cajas de cartón y el miedo al mañana.
Muchos viven así en la España de hoy, cuando las máscaras del progreso
han caído, descubriendo la crueldad y la feroz avaricia de unos pocos.
La mala gente, que llora sin lágrimas, condoliéndose de los seis
millones de parados y las víctimas de las "Preferentes", mientras
festeja su acumulación de bienes.
Así llaman al despojo, con prisa
y sin pausa estos miserables; los de arriba y el costado, o sus
diligentes loros de pago, defendiendo en los medios las mentiras que
intentan, con tan poca suerte, secuestrar la verdad.
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