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miércoles, 22 de mayo de 2013

RIÑA DE GALLOS



La bronca Aznar-Rajoy, es la de dos personajes siniestros que han colaborado codo a codo en la edificación del partido político más corrupto de la Europa occidental. 
Ambos son neoliberales obedientes al dictado alemán, y partidarios de saquear las arcas públicas metiendo la mano en los bolsillos de los ciudadanos, con quitas e impuestos abrumadores. 
A Aznar se le deben unas cuantas atrocidades. La mentira que esgrimió con las "armas de destrucción masiva" en Irak, metiendo a España en la invasión criminal, es una de ellas. La Ley del Suelo que disparó la burbuja inmobiliaria es otra perla negra, entre otras como la "Trama Gürtel" de su Partido, con tesoreros ladrones, que respaldaron en contante y sonante los constructores y empresarios de siempre, buscando negocio garantizado sin pasar por el obligado concurso público.
Rajoy y Aznar viven como reyes, gracias al doble sueldo, las prebendas y algunas mieses colaterales. Esa buena vida se extiende a toda la cúpula del PP, los miembros de los antiguos gabinetes, y el actual. 
El contraste con seis millones largos de parados, y la miseria o precariedad que acosan a buena parte de los ciudadanos, parece evidente. Es de lo más sencillo obedecer a Berlín y Bruselas imponiendo draconianos sacrificios, mientras se vive de coña, estableciendo desde núcleos de poder múltiples negocios privados con intereses del correspondiente sector, a expensas de la sanidad y la educación públicas, o lo que queda de ellas.
Lo que resulta penoso de esta riña entre dos gallos viejos y desplumados, es la ausencia de alternativas cercanas que prefiguren acabar, de una vez por todas, con esta monumental podredumbre oficial, de la que el PSOE forma parte, ofreciendo al miserable individuo que gobierna este país,"la ayuda" de un pacto en la presente circunstancia. 
Ante el ataque del terodáctilo expresidente al dinosaurio de La Moncloa, tampoco faltan mensajes solidarios como el de Durán i Lleida (¡vaya uno!), y múltiples respaldos desde dentro y fuera del PP. 
Todo esto llevó a un cierto estado de felicidad a Rajoy, sonriente y hasta festivo en la posterior rueda de prensa. Es lógico. Pocos en la formación desean cambiarle por el Presidente Honorario, y la razón es simple: más vale aferrarse con uñas y dientes a lo que hay, ante la que se viene. 
Aunque el poder tangible no sea ya el de quince meses antes, y se siga  corroyendo a una velocidad tan aterradora, como proporcional a los destrozos que causa, día tras día en el devastado cuerpo social.

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