Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

lunes, 5 de mayo de 2014

UN ÉXITO INCUESTIONABLE, HOY POR HOY.

       Hételos aquí, sonrientes e imperiales, depredando a los más débiles.


Hay algo que no se menciona en la crisis europea, y es el rotundo éxito del neoliberalismo imperial de Angela Merkel & asociados. Este experimento contrasta con el de Adolf Hitler y la brevedad de su gloria, fruto de la brutal ocupación armada de territorios. Si bien la industria armamentística bajo el régimen autorizó la plena ocupación laboral, su coste en avituallamiento empleado y vidas humanas (también locales, aunque en menor medida que en los países invadidos, y a menudo devastados), no pudo ser reparado por la transferencia de recursos desde Francia y los países desarrollados de la Europa occidental.
En cambio, las huestes del IV Reich han dañado la economía de los territorios del sur, desde ministerios y oficinas con las teclas informáticas, combinando maniobras de presión diplomática y financiera, siempre emboscadas en el aparateje de Bruselas, el parlamento Europeo, y una unión ilusoria entre países ricos y no tanto; hoy francamente empobrecidos los últimos por el pago del previo endeudamiento y sus monstruosos intereses.
Hasta el presente, en el nuevo holocausto no se ha disparado un tiro; salvando claro, la represión policial en el interior de los países afectados. Tampoco se emplearon cámaras de gas ni se cercó a poblaciones enteras con alambradas; propias de cualquier campo de trabajos forzados. Los españoles, griegos, irlandeses, portugueses e italianos van al paro o la precarización laboral. Con eso basta para quebrar la voluntad de millones de seres humanos, sumándoles de paso, recortes en la salud y la educación.
El empleo de títeres políticos locales, odiados por sus congéneres, era una fórmula nazi, hoy imitada desde antiguas formaciones rendidas al pago perentorio de la deuda, más el cepo comunitario y su moneda maldita. La brutal providencia es la misma, pero aplicada con vaselina y ciertos grados de caridad, en sociedades acostumbradas a un cierto grado de bienestar civilizado, al final borrado implacablemente de cada mapa deudor.
Las dos principales potencias que hoy mandan en Europa son Alemania y Francia. Gran Bretaña resguardó su moneda y la propia decadencia de ex imperio. Las otras dos manifiestan el viejo arresto imperial, que desarrolló Francia durante dos siglos, e intenta ahora Alemania una vez más, después de Hitler. Antes, no acreditó colonias, sí una industria poderosa, fundida al autocratismo prusiano, que la llevó a intentar conquistarlas en 1914/18, y bajo formato demencial y xenófobo, entre 1936/45. Ahora, tras su unificación, lo ha conseguido. Este indudable mérito no es moco de pavo. Lo ha digerido Francia a través del temulento Hollande. Las raíces colonialistas son hondas. A los ingleses, sólo democráticos puertas adentro, les costó años y sangre, desprenderse incluso de su establo irlandés.
En cambio, los EEUU perfeccionaron el antiguo método británico colonizando América Latina durante más de un siglo, mediante invasiones e intrusiones diversas, sin que la OEA le sirviera demasiado. En la segunda posguerra puso el pie de la bota militar y el Plan Marshall en Europa: democratizándola al uso. Actualmente, casi nada de eso es lo que fue. Los otrora mayores acreedores del planeta dependen de los chinos. El relevo alemán disfruta en cambio del instrumento comunitario que le permite superarlo con creces. La enorme transferencia de recursos incluye fuerza de trabajo barata, y cerebros formados en la previa etapa por los países del sur. Se llevan todo, "la pilcha y los veinte", como glosa el tango, dejando a cambio un reguero de sumergidos, enfermos y muertos. Es el suvenir que toca.
A menos que el hartazgo de los afectados y por afectar llegue al tope, desatando una rebelión que, a esta altura de los hechos, y de realizarse, seguro no será pacífica. Quien la sigue la consigue. No lo duden...

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