No soy periodista. Soy escritor, aunque escriba artículos de opinión.
La diferencia entre lo que redacto opinando y los periodistas especializados es mi acento dramático. Sin estar exento de humor sense es trágico, porque la vida social y su realización es trágica a menudo. Esa visión la proyecto en mis ensayos y novelas. Toda labor que acometo incluye fragmentos de Historia, sociología y psicología. Aplico esos tres vectores a dramas de ambición, extrañamiento, dejación, crueldad, sinrazon, sed de poder, junto a otros otros males y emociones del alma humana, aunque también sentimientos de amor, nobleza, y virtuosa sed de justicia.
La colisión perpetua entre lo que sería necesario, lo que se puede, y la ausencia de virtud en los poderosos, dimana tragedias, y pocos valores se rescatan de ellas. Apenas, claro, los necesarios y suficientes para iluminar el relato, volviéndolo reflexivo por aquello que sus actores, u objetos de crítica, dicen o hacen.
Ya señale incontables veces que Shakespeare es mi maestro, y no por cierto el único.
Sin embarrgo, quizá fue el Bardo el más grande escritor que conocen las letras, y además, un fiel cronista de su época. Los monarcas, déspotas, criminales, y unos pocos hombres de valor en sus tramas, son los políticos y gobernantes de hoy. Las antiguas cortes equivalen a las que habita el capitalismo actual, inmerso hoy en una crisis tan seria y grave, que brinda extraordinarias chances a quienes escriben, de expresar carácter, sentido crítico, genio e imaginación, además de buena letra.
Por ahora me remito a mis labores, una vez ya instalado a pleno mi gabinete en Rio de Janeiro. Es probable que ellas se centren en novelar, pasando a un segundo plano otras, las de opinión, leídas en el muro por muy poca gente. Si bien cambia esa penosa mengua en el blog, visitado desde varios países de Europa y América, ello no varía mi criterio. El necesario de cualquier escritor y novelista entregado por completo a la profesión de su vida.
La diferencia entre lo que redacto opinando y los periodistas especializados es mi acento dramático. Sin estar exento de humor sense es trágico, porque la vida social y su realización es trágica a menudo. Esa visión la proyecto en mis ensayos y novelas. Toda labor que acometo incluye fragmentos de Historia, sociología y psicología. Aplico esos tres vectores a dramas de ambición, extrañamiento, dejación, crueldad, sinrazon, sed de poder, junto a otros otros males y emociones del alma humana, aunque también sentimientos de amor, nobleza, y virtuosa sed de justicia.
La colisión perpetua entre lo que sería necesario, lo que se puede, y la ausencia de virtud en los poderosos, dimana tragedias, y pocos valores se rescatan de ellas. Apenas, claro, los necesarios y suficientes para iluminar el relato, volviéndolo reflexivo por aquello que sus actores, u objetos de crítica, dicen o hacen.
Ya señale incontables veces que Shakespeare es mi maestro, y no por cierto el único.
Sin embarrgo, quizá fue el Bardo el más grande escritor que conocen las letras, y además, un fiel cronista de su época. Los monarcas, déspotas, criminales, y unos pocos hombres de valor en sus tramas, son los políticos y gobernantes de hoy. Las antiguas cortes equivalen a las que habita el capitalismo actual, inmerso hoy en una crisis tan seria y grave, que brinda extraordinarias chances a quienes escriben, de expresar carácter, sentido crítico, genio e imaginación, además de buena letra.
Por ahora me remito a mis labores, una vez ya instalado a pleno mi gabinete en Rio de Janeiro. Es probable que ellas se centren en novelar, pasando a un segundo plano otras, las de opinión, leídas en el muro por muy poca gente. Si bien cambia esa penosa mengua en el blog, visitado desde varios países de Europa y América, ello no varía mi criterio. El necesario de cualquier escritor y novelista entregado por completo a la profesión de su vida.
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