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domingo, 30 de marzo de 2014

IGUALDAD O EQUIDAD. THAT IS THE QUESTION


Desde hace demasiado tiempo, el término igualdad resuena pontificando el Estado social ideal. Entiendo el sentido de justicia para todos que se le brinda al término, pero la formulación es incorrecta. Tal vez una herencia del marxismo teórico, que no de su terrible realización práctica.
Una sociedad de iguales plantea una quimera reaccionaria. Es la también célebre "utopía", desde luego irrealizable. Porque cada ser humano es diferente de los demás, aunque tantos se parezcan, poco, mucho o nada. Lo que sí despunta como plausible es construír sociadades equitativas, donde la igualdad de oportunidades radique, exclusivamente, en garantizar a sus ciudadanos calidad en la educación, la sanidad, junto a una vivienda y trabajo digno de salario suficiente. El resto, dependerá de cada individuo.
Es bajo las fórmulas totalitarias que se pretende igualar a los gobernados en dos núcleos bien diferenciados: los que mandan y quienes obedecen. La supresión de la iniciativa privada es el falso axioma que retrata a sociedades en las que no es premiado otro esfuerzo del que quienes pueden desarrollarla centralizadamente, según patrones autoritarios del sistema imperante, para explotar mejor a las grandes mayorías. La praxis comunista consumó esa estafa criminal, de alcance genocida. También perpetrada por el más agresivo fascismo, dada su aspiración imperial, en todas sus variantes xenófobas.
Lo posible y plausible radica en impulsar desde el interior de una democracia consolidada, las chances del crecimiento integral de los seres humanos, y en especial su iniciativa e inteligencia emocional. Las fórmulas serán diferentes en cada caso, pero el Estado de Derecho bien entendido podrá ensamblar las piezas en un continuum de crecimiento global y sostenido. En este organigrama, la cultura es el nervio vital. Porque cuanto más se ilustren las generaciones, ganarán mayores tramos históricos la conciencia nacional, y el patriotismo bien entendido en empresarios, políticos y asalariados; aquel que marcha a la universalización sin fronteras.
Lo que hoy está ocurriendo en Europa, y en especial en territorio español, comporta un experimento totalitario de los mayores perpetrados en la historia contemporánea. En realidad, proyecta una monumental estafa que promueve falsos valores de progreso global, beneficiando a unos pocos países hegemónicos, con el auxilio de oligarquías locales.
Cuando Angela Merkel, sus pares y lacayos (del que es paradigma Mariano Rajoy), piden "Más Europa!", están diciendo en la práctica: "Más riqueza para nosotros y pobreza para el resto".
Probablemente, la idea de un continente unificado, partiendo de élites dudosamente democráticas, haya nacido pervertida. Si analizamos el pasado europeo en los últimos cien años, y el de cada uno de los Estados miembros de este dantesco "club" (incluída España), desde sus inicios y posterior desenvolvimiento, descubriremos el revés de esta trama siniestra.
Todo se reducía a meros negocios; transacciones entre los países ricos y los menos ricos, creando en los últimos una falsa sensación de igualdad.
En el toma y daca, siempre ganan los primeros, más cohesionados y preparados para competir que los otros. La ley del capital y su acumulación es inamovible desde siempre, con la salvedad contemporánea de haberse descontrolado alevosamente en beneficio de las finanzas, no de la producción y el consumo de bienes.
El proceso de degradación europeo fue lento y sinuoso, hasta desembocar en esta política neoliberal y reaccionaria. Con ella, la equidad social se pulveriza a marchas forzadas en la zona sur, regresionando nuestras pocas libertades democráticas hasta niveles desconocidos.
Una cosa lleva a la otra. Y todas a la destrucción de fuerzas productivas, vidas y haciendas, determinando de últimas, el próximo suicidio continental.
El Euro, esa moneda maldita de valor dispar entre ricos acreedores y pobres endeudados, con malas artes, es otra muestra tangible, y no gratuíta, de que la igualdad es sólo una fórmula de mala partitura, empleada como fábula trampa de Hamelin para nosotros, los ratoncillos pobres y atrasados.
A la hora de enfrentar de una vez esta patraña "igualitaria", hay que poner la casa en orden. Ello significa establecer bases de equidad social y auténtica democracia política, aún inéditas en el Estado Español.
No es menuda la tarea. Pero será la única posible, a menos que resolvamos seguir en el inmundo pozo al que nos ha relegado la UE y sus sirvientes locales, aguardando a que, las paladas de tierra cayendo sobre nosotros lo transformen en la tumba perfecta de una nación.

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