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sábado, 19 de enero de 2013

HUMO Y CENIZAS

     Mariano Rajoy Brey durante su última aparición, ante el PP en pleno


El escándalo Bárcenas ha estallado, junto a los misteriosos orígenes del fabuloso ático marbellí del Presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, repudiado al completo por el personal sanitario de la villa. Vecino a estos clamorosos pucherazos, avecinados con el Caso Gürtel y las andanzas de Rodrigo Rato y Miguel Blesa en Bankia, aparece el primero, centrado en el pago de sobres mensuales a varios capos  partidarios, fruto de comisiones y "mordidas" diversas. Dicen que lo promovió hace años José María Aznar, a sabiendas de estructurar en el Partido Popular una cúpula bien untada y, por ende cómplice en la andadura política de la derecha española. Su equivalencia en Catalunya la perpetró Jordi Pujol durante sus largos mandatos, con Convergencia i Unió,  hoy en un suma y sigue bajo el precario amparo independentista. Tampoco se quedaron cortos en el PSOE durante el reinado de Felipe González. El asunto les costó el poder. Aunque las raterías prosiguieron, destapando de tanto en tanto, la clase de socialdemocracia que gobernó el apañado Reino de España, hasta reducirlo, desde lo más alto -léase la monarquía, alcanzando autonomías y consistorios-, en el de la más baja picaresca.
Ahora las huestes de Rajoy, y un Aznar operativo, aunque envuelto en la sombra tenebrosa de la doctrinaria y neoliberal FAES, son las que padecen el mayor de los descréditos, tras acometer los mayores despojos a sueldos y servicios sociales, a más de sumar nuevas cifras al alza del paro, cifrado en seis millones de desocupados (subocupados en la virtual limosna una porción de ellos). 
Ya en el anterior artículo he mencionado la parálisis política de los partidos que rivalizan con el PP. Mientras eso sucede, amplias franjas de la sociedad española se manifiestan. 
El conturbado y sentencioso Rajoy no tiene respuestas, fórmulas, ni soluciones para el continuado desastre. Guiado por la FAES, Berlín y Bruselas, obedece en silencio, remitiendo al pago de la deuda púbica y privada a los bancos alemanes y franceses la economía local. En su Gabinete, integrado por gente voraz, poco competente e insensible, son algo más parlanchines.
Tampoco es que el jefe sea locuaz. Cuando lo fue, sin ser tan detestado, era parlamentario, ministro o valido de Aznar. Siendo candidato a ganar las últimas elecciones prometió lo que luego incumpliría de manera flagrante. 
Huidizo ante los periodistas, este mediocre registrador de la propiedad, al que oficiar de Presidente en las presentes circunstancias le queda enorme, abre la boca muy poco. Cuando lo hace, de ella brotan, como de esta España injusta y reaccionaria, humo y cenizas...  

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