Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

viernes, 23 de octubre de 2009

SANTIAGO KOVADLOFF. UN PENSADOR ABSTRACTO QUE SIRVE A INTERESES CONCRETOS.

Imagen pequeña para un pensador que no la rebasa.

Pensar implica un riesgo; el de desprenderse de la realidad para abrazar ( y dejarse abrasar) por las ideas el estado puro. Y ahí está Santiago Kovdloff para reiterar, una vez más, la fatal proclividad a rastrear el intangible de la pureza.

Miembro de una elite, el poco filoso filósofo, tienta el estado de las superestructuras sin molestarse en lo más mínimo para bajar del Cielo a la Tierra.

La corrupción en las esferas de poder del Estado argentino es una realidad. Pero -y esto es lo importante- ¿qué pasa en la sociedad? ¿ O es que no existe más que en la imaginación?
Para el caballero los valores a analizar se afincan en la ética que enfoca las relaciones de poder. Arriba, cunde la corrupción. Lo que suceda abajo le importa en lo más mínimo. Su Talón de Aquiles es en apariencia más pequeño que él, aunque bastante más decisivo.

Esa forma de ver las cosas le sitúa de hecho entre los opositores al gobierno actual (y sólo al mismo, sin que medien análisis ni perspectivas de cambio).

Opositores hay muchos. Cuenta sin embargo a lo qué se oponen. Y ahí es dónde el filo del filósofo revela el herrumbre. Otorgando teórica paridad a los Kirchner y Menem, se vuelve espengleriano. La Historia humana gira en los círculos...de su pensamiento, proyectados subrepticiamente en Spengler, el gran nihilista alemán.

Desconocer que el precedente de las promociones de Justicia Histórica impulsadas por Gobierno argentino -imitadas en Chile y Uruguay-, no son moco de pavo, es tan poco objetivo como omitir que su política internacional o la Ley de Medios - a aplicar por los núcleos independientes de la sociedad civil- son conquistas ciudadanas que lo exceden.

La omisión es una minucia, al lado de otras más significativas.

A Kovadloff le traen sin cuidado la impresionante movilización de Kraft Foods y el polo combativo que amanece en los grandes centros fabriles. Es la omisión que sucede a la otra, omitiendo el hambre y la penuria popular.

Para él las tradiciones de lucha social desarrolladas en el pasado argentino son irrelevantes. De ahí que viva el presente alquilando su pluma a los poderosos.

El pensador, observa la Tierra desde el Cielo que con ellos comparte, mirándose el ombligo. Por eso "La Nación" acoge sus colaboraciones, ilustrándolas debidamente.

De paso, otorga a los diabólicos inquilinos de la Casa Rosada un poder omnímodo sobre la sociedad, proyectando así el valor absoluto del que concibe, antes de concederlo al que produce y a menudo determina.

El drama de los pensadores argentinos permanece invariable en el tiempo y el espacio. Cuando acuerdan con realidades promisorias, las mismas discurren fuera de las fronteras o allende los mares.

Ezequiel Martínez Estrada combatió el peronismo y terminó celebrando el triunfo de la Revolución Cubana. Su finta marcó la ruta ideológica y conceptual de Julio Cortázar. En Borges primó, en cambio, la estricta coherencia de su clase. Amaba a los de arriba licenciando la manifiesta crueldad de la que siempre hicieron gala, odiando a sus víctimas: los de abajo. Finalmente, el tan celebrado invidente (oftalmológico & social) expiró en Suiza, democracia modélica que admira Vargas Llosa (padre, pues el hijo es de encefalograma plano) -y ridiculizó Orson Welles, esgrimiendo el invento del reloj cu- cu como supremo valor nacional-, pese a residir en Londres.
De haber sobrevivido al caleidoscópico periodo Menem, Georgie y su bastón hubieran ajustado su coherencia de clase, al estilo de los Alsogaray o el Almirante Rojas.

No sé dónde irá a parar Kovadloff en su ruta celestial, hoy encolumnada. Probablemente no rebase las páginas del periódico que recoge su ira conceptual, emblema del incólume mitrismo.

En los intelectuales las emociones suelen permanecer bajo control de importantes superestructuras. Y no son ellos quienes las controlan, pese a la soberbia que manifiestan. Por eso los pensadores y artistas más brillantes de la década del ´30 abrevaban (quisieran o no) en el estalinismo, y sobre todo en la colonia penal que maquillaban en la URSS.

Ochenta años después se impone en varios estamentos el pensamiento neocón, de impostura ética que desmiente el viejo topo, aquél que escarba en el subsuelo cotidiano haciendo saltar por la borda del viaje, varias categorías y previsiones catastrofistas.

Ignorando el pasado, Kovadloff las esgrime justificando su propia vida. Sin conocerla será, intuyo, la de un reseco pensador. El pensamiento depende en instancia última de sus alternativas vitales. Las de este filosofo que llama a la restauración de la virtud pública, se reflejan en su prédica y la de los patrocinadores.

Son todo uno. Igual que el doble poder que hoy gobierna el país, a trancas y barrancas.

Sigo apostando por el viejo e incorregible topo. Es la traviesa criatura, que finalmente depara las sorpresas que te da la vida.



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