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domingo, 11 de noviembre de 2007

ROCES E IMPERIO

Los roces entre Hugo Chávez y Daniel Ortega con Su Majestad son la consecuencia de rencores amasados entre una gran potencia y países pobres. Sin mirar la XVII Conferencia Iberoamericana, podemos agregar el reciente pleito con Marruecos.

España se he transformado en algo más que un país próspero. Es una potencia. Y las potencias son modernos imperios. Hemos reemplazado a EEUU en materia de inversiones en los principales países de su antiguo patio trasero. Nuestras entidades financieras y comerciales han penetrado mercados precisados de servicios y dinero. Aquí dentro los servicios no funcionan del todo bien y el dinero falta, pero a la hora de traficar y expandirse allende los mares, España funciona.

En Argentina nos hicimos con Aerolíneas, YPF (a través de Repsol), Telefónica, y varias otras que no viene al caso nombrar en este blog de opinión.

Chávez, manipulador del petróleo venezolano y con una ambición que se la pisa, es rencoroso. Y sabe que José María Aznar y la patronal española respaldaron el golpe de Estado en su contra. Es lógico que utilice el traspié para protestar. Lo hace años después del affaire, pero eso poco importa. España es una potencia imperialista, inferior a Francia y desde luego a los EEUU, pero potencia imperial al fin. Y la única bandera que alza Chávez hoy, de cara a sus vecinos y los amigos de sus aliados en Irán o Cuba, es el antiimperialismo.

En la mesa famosa, Rodríguez Zapatero defendíó a Aznar al ser éste acusado de fascista por el venezolano, con argumentos sensatos. Era un Presidente elegido por los votos en un país en el que impera el Estado de derecho. Claro que apoyó un (fallido) golpe de Estado en la lejana Venezuela contra otro mandatario elegido por el sufragio popular.

Zapatero no alcanzó a decirle que los ciudadanos españoles le habían hecho pagar éso y la errónea alianza que nos llevó a intervenir con tropas en Irak. Tampoco se lo permitían el protocolo ni la buena educación.
Pero eso Chávez, bastante menos protocolar y educado, lo sabe. Y tampoco importa a su estrategia. El negocio promocional está en la descalificación permanente de quien no le hace gracia, o sirva a sus contragolpes de merengue. Mientras, asfixia a los medios locales que lo enfrentan e intenta perpetuarse en el poder, respaldando estas acciones a golpe de talón petrolero y algunas dádivas a los compatriotas menesterosos.

La salida del Rey mandándole callar es lógica. Aparte de sentirse incómodo con su cercanía(reflejada en todas las fotos y secuencias de la reunión que se tomaron), el exabrupto del venezolano estaba fuera de lugar. En realidad nos tiene acostumbrados a estas planificadas escenas de coraje. Forman parte de su arsenal exhibicionista y vocinglero, generalmente rematado por canciones. Además, se siente fuerte entre sus pares continentales.

Luego, cuando el nicaragüense Daniel Ortega insistió en el punto, Juan Carlos I se levantó, y en medio de un cabreo silencioso y la mal disimulada sorpresa de los asistentes, se largó.

Hubo otros problemas en la Conferencia. Son los que hoy recrudecen entre Argentina y Uruguay por las pasteras finlandesas y su instalación contaminante en la franja de territorio charrúa que limita con el vecino. Pero estos nada tienen que ver con lo que en parte de la población sudamericana -la más humilde- se está larvando contra nosotros. Se parece a lo de Marruecos, donde también las inversiones españolas crecen.
Ser una potencia imperial arroja ganancias (poco reinvertidas en casa). Pero en un mundo desigual, genera inconvenientes muy molestos.



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