Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

domingo, 16 de septiembre de 2007

LA TRAICIÓN DE LOS SÍMBOLOS

El laberinto del caso Madeleine va camino a desembocar en algo que se ve venir. Los McCann, padres de la pequeña sedaron excesivamente a la hija hiperkinética, provocándole un colapso. La tesis de la policía portuguesa apunta a ese procedimiento; oscuro y repudiable, sumándole la urdiembre incalificable de su desaparición, y el montaje de una trama mediática que les licenciase del homicidio culposo, permitiéndoles una vida "normal" junto a sus dos pequeños mellizos. De ser así, dos víctimas futuras.
En la reacción inicial del Papa, Beckham y la mujer de George Bush, junto a la de algún millonario cediendo su avión personal, y espontáneos donantes de "parné", se esgrimen los símbolos que marca la tradición familiar. Después de todo, los McCann eran médicos de piel blanca y origen británico, con un nivel de vida aceptable en el núcleo tipo de clase media, y con tres hijos. Una cuota de reproducción poco alcanzada en la Europa de hoy.
El Sumo Pontífice defiendió la idea cristiana de la familia; Beckham su propia condición de padre humanitario no muy entregado a los hijos; y la señora Bush hizo otro tanto, sumando el hecho de encubrir al esposo, responsable de que tantas madres de soldados que sirven en Irak pierdan a sus vástagos en una aventura odiosa.
En los financistas que engrosaron las arcas de los McCann en millón y medio de euros, se mezclan emociones humanitarias y culposas. Demasiado a menudo, la limosna esconde cataplasmas morales de dudoso efecto. También la paternidad y su correcta administración.
En la reacción del matrimonio montando el circo mediático y embolsando ganancias, se manifiestan todas las taras que asolan a la clase media occidental, incluída la del exhibicionismo y la búsqueda de la fama y el dinero, a costa de cualquier cosa. Horas atrás nos enteramos de la trastienda que ocultaban los McCann. Ella, fría y elusiva, escribió en su diario el sobrecargo que su marido le destinaba, poniéndola a exclusivo cargo de las tres criaturas. Para colmo, la pequeña Madeleine era la más revoltosa, según describen algunos renglones de esta conturbada madre.
Cómo si los dos no tuvieran nada que ver...
Durante la famosa noche de juerga con amigos en el hotel lusitano, se consumieron casi dos botellas de vino por persona. La administración de sedantes a la hiperkinética criatura por parte de la quejosa madre distó, por lo tanto, de guardar el deseado equilibrio.
El colapso, seguido del ocultamiento del cadáver -quizá entregado al mar- es otra de las hipótesis que se barajan.
No es la primera vez que la sangre fría y capacidad simuladora del criminal esconde el crimen lanzando a los cuatro vientos su congoja.
La simulación, realizada en nombre de la familia patriarcal y su incólume prestigio, tendría hoy el efecto mediático que la globalización y el franco auge de las tragedias públicas ha cobrado entre nosotros. En este mercado todo, desde las vanidades y la frivolidad hasta el crimen, se compra y se vende. Carl Jung decía que los símbolos liberaban al ser humano. Como generalización es incorrecta. La mayoría nos encadenan con pesados grilletes.
Una vez más y en forma clamorosa, prueban los viejos símbolos la carencia de verdadera sustancia racional y peso específico humano.
El revés de las tramas enlaza, más allá del hecho en sí, los complejos filamentos de esta verdadera telaraña.

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