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lunes, 23 de noviembre de 2015

UNA MEDIDA VICTORIA EN ARGENTINA



La victoria por la mínima en Argentina de una opción abiertamente conservadora, prueba una vez más la fuerza de la globalización y el renacer del neoliberalismo en el Continente sudamericano. El cambio estaba cantado por la debilidad de la economía, el desplome de las Commodities y la crisis de China como adquirente de materias primas. El kirchnerismo logró contener la crisis brutal del 2001-02, pero no sacó al país del viejo rol fundamental como proveedor de materias primas. Para el caso, fueron la soja y su tierra quemada, lo que permitieron que las cuentas públicas se reequilibraran. Una cierta equidad social acompañó los años iniciales del kirchnerismo, junto a concesiones en otras áreas, por ejemplo la Memoria Histórica y el juicio a militares genocidas, contradictoriamenta balanceadas por la corrupción oficial. Los kircher eran un matrimonio millonario, enriquecido durante épocas oscuras del país. El patrimonio siguió creciendo al amparo del poder.Lo que ha caracterizado el populismo de los últimos doce años en Argentina, es casi idéntico al de Brasil. Mayor distribución social con ciertas leyes garantistas, mientras la burguesía gobernante y sus asociados se llenaban los bolsillos mediando negocios poco claros. Es un mal de la época, pues lo mismo aconteció en España gracias, entre otras cosas, al boom del ladrillo. En las últimas elecciones brasileñas sucedió lo que en las australes: el candidato vence por pocos puntos de ventaja, aunque está apremiado por la economía, debiendo ejecutar un programa determinado por las urgencias que dicta la globalización, en una etapa de gran concentración de capital, con muy poca distribución social. Dilma Rousseff desde Brasil, sostuvo que en su segundo turno no llegaba para hacer eso. Y lo está haciendo, en medio de pactos políticos infames y un desgaste espectacular.No es de extrañar que si en Cuba, símbolo que han utilizado los populistas como bandera, se normalizan las relaciones con Washington, no lo hicieran Brasil y ahora Argentina. De momento, Macri, consciente de lo que pueda caerle si desarrolla su programa original, aseguró que obrará con cuidado haciendo reformas que, en lo posible no afecten a los sectores más humildes de la sociedad. Esto es tan falso como las promesas de Rousseff, antes respetada, y hoy aborrecida de derecha a izquierda. Probablemente, el vencedor devaluará el peso, de cotización oficial ficticia, recortando beneficios sociales. Scioli hubiera procedido igual, aunque con mayor cautela clientelar. La sociedad ha percibido este factor identitario, preludiado por el dejar hacer de Cristina Fernández designando a Scioli como candidato semikircherista. Las preguntas que se hacen muchos argentinos al día siguiente de esta elección, es si volverán las "Relaciones Carnales" con el Departamento de Estado y el viejo talante menemista, tan corrupto como el de los Kirchner, y argentina dejará de ser un referente mundial en Derechos Humanos y Memoria Histórica. Lo último es seguro. Al nuevo presidente no le gustará que se reaviven los siniestros negocios familiares con la Dictadura Militar y Carlos Saúl Menem, así como sus lazos estables con sectores de extrema derecha, al igual que su admirado español, el abominable Mariano Rajoy. Su elección presenta dudosos beneficios políticos en el futuro. Es fruto de una coalición con la que deberá distribuir funciones, y que para colmo, es minoritaria en el Senado. Si bien el país es de tradición presidencialista, su jaula de grillos representa un obstáculo para desarrollar un enorme poder personal. Menem, absolutamente venal e inescrupuloso, lo obtuvo desde el peronismo y endeudando la nación con la paridad peso/dolar. Eso no puede repetirse, pues, pese a su coqueteo inaugurando un monumento a Perón, sus votantes más acérrimos saben por ende que no es peronista. Esa y otras cuestiones irán despuntando en una gestión que promete ser más bien dificultosa. Llegar al Sillón de Rivadavia tiene un alto coste, y Mauricio Macri, hijo de un inmigrante italiano que se hizo millonario en negocios mezclados con la política, y ninguneó al hijo toda su vida, sabe lo que cuesta alcanzar un sueño. Aunque desconoce cuando el mismo llega a transformarse en pesadilla. Si quiere un anticipo, que se lo pregunte a Dilma Rousseff...

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