La conspiración mediática contra Dilma llegó para quedarse. Gota a gota de veneno, "Red Globo", "La Follha" y otros pasquines colaterales, vierten datos económicos dañinos y poco serios sobre el presente y futuro de Brasil, al tiempo que no cesan las acusaciones de corrupción oficial. Ellas van desde jalear el "impeachment" presidencial, hasta la mención de un publicitado Aecio Neves como "Presidente", en algunas manifestaciones. El temor a una sanción de la amenazante "Ley de medios" planea en cada ataque impreso o verbal. Detrás, actúa la hegemonía oligárquica sobre la prensa oral y escrita, auténtica columna jónica para quienes controlaron durante décadas el pulso político de la nación, con o sin los militares. Los pocos votos de diferencia que separaron el triunfo del PT de la derrota conservadora animan a estas oscuras fuerzas, sabedoras del poder de la propaganda unidireccional, bien dosificada por el envilecimiento de las masas a través de contenidos embrutecedores.
Que el gobierno de la prosperidad social conserve el mando, depende de su hoja de ruta, combatiendo una crisis global que, de hecho, amortigua la movilidad rampante brindada por las commodities, hoy desfavorables. Aunque también el porvenir sea el imprescindible fruto de las movilizaciones populares, venciendo la conjura de una derecha cerril, respaldada por Washington y la Unión Europea, al revalidar en las calles la victoria en las urnas.
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