Lo bello es noble, digno y eterno si viaja al corazón del hombre

martes, 7 de octubre de 2008

LAS 65 HORAS

Los comisarios de la UE intentan que, en nombre de los que en verdad representan, nos reventemos como bestias de carga. La extensión a 65 horas semanales en el ritmo laboral apunta quebrar para siempre el espinazo de las leyes sociales, que sin ser nada del otro jueves, tanto costó conseguir.

Esta pomposa Unión Europea se ha edificado ladrillo a ladrillo, decreto a decreto, para dominar mejor a sus asalariados; explotándoles a gusto y paladar.

Sus legisladores, auténticos turistas de alto standing, con sueldos que orillan los 12,000 eurazos mensuales, están orondos.

Nosotros lo estamos menos. La vuelta de tuerca que nos priva del descanso, el ocio, la cultura, el sexo y todo lo bello que ofrece la vida, aumentando los ritmos laborales y su espacio horario, corona una brutal trayectoria de abusos y recortes salariales.

La moneda única duplicó el costo de la vida sin que los sueldos equiparasen el disparadero. Lo hemos vivido en carne propia desde el fatídico 2001. Y sólo fue el anticipo; una suerte de prueba de Pavlov con el perro que funcionó, merced a su enorme, voraz descaro, y las anchas tragaderas de los perros.

Ahora los turistas y sus titiriteros -auténticos beneficiarios de esta grotesca fábula y su enorme plusvalor- pretenden que paguemos su crisis económica.

Por eso apresuran el trámite explotador, sumando 17 horas a las previas 48.

En medio de sus dentelladas, en un mar financiero teñido de sangre, los escualos permanecen unidos en el objetivo. En cambio, los que vendemos nuestra fuerza de trabajo no contamos con órganos que les planten cara.

Hace mucho que los sindicatos europeos arriaron las banderas del combate, izando las de la conciliación. Los cargos rentados y las licencias laborales, respaldadas por créditos generosos y oportunidades de los que no goza el asalariado medio, han triunfado sobre la moral de representación.

De nuestros parlamentarios "de izquierdas" o suavemente reformistas, ni hablar. Poco pueden esperar de semejante casta funcionarial los cientos de millones de mileuristas en los 27 países que integran la "unión", de quienes embolsan mes a mes, de 7.000 euros para arriba.

En la diferencia salarial -paralela a la de los ejecutivos en las grandes empresas- radica la clave de esta dominación. También parte de la brutal crisis financiera y el descalabro económico presente.

Las 65 horas semanales, complemento de la extensión en años de la edad jubilatoria, disponen un nuevo estadio de esclavitud carente del menor bienestar.

La ecuación del trabajar para vivir se cambia por el de vivir para trabajar. Y luego perecer despacio, como los pobres caballos de tiro; aquellos desdichados cuadrúpedos que sesenta años atrás veían morir cada día un poco nuestros azorados ojos infantiles, cuando traqueteaban el hielero o el croto con los carros repletos de bloques y bártulos por la vieja barriada de asfalto empedrado, vecina al cementerio.

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