domingo, 31 de agosto de 2008
LA CARIDAD NO EMPIEZA POR CASA
CECIL BLOUNT DeMILLE- VOLÚMEN 1
Comento la flamante aparición del Cecil Blount DeMille silente, en dos packs que incluyen 14 dvd remasterizados de imagen brillante y agradecida, con inter títulos fabricados en casa. Los filmes de este primer volumen arrancan con El Prófugo (The Squaw Man/1914) hasta No cambies de esposo (Don´t Change your husband/1918).
Del DeMille silencioso en formato DVD sólo conocíamos Los diez Mandamientos (1923).
Merced al criterioso esfuerzo de mi amigo Manolo Pastor, Gerente de Llamentol SL, se abre al gran público un abanico de joyas del cine realizadas nueve décadas atrás por uno de los fundadores del viejo Hollywood.
El cinematógrafo había despegado en los Nickel Odeon (primitivas salas de los comienzos) mediante cortometrajes rodados en Nueva York, cerca de banqueros de Wall Street que los financiaban.
En pos de un clima luminoso favorecedor de los rodajes, y huyendo a la vez de las patentes de impresión de películas mediante cámaras que monopolizaba Thomas Alva Edison en la Costa Este, DeMille y sus socios mayores, Adolph Zukor y Jesse Lasky, se instalaron en un suburbio descampado de Los Angeles, donde crecían las naranjas bajo un cielo despejado y lluvias escasas.
Así nació Hollywood. Y allí sentó sus reales el laborioso, perfeccionista y conservador Cecil B. DeMille...
En los filmes del volúmen 1 aparecen los primeros galanes y estrellas de un Star System fabricado por pioneros como él y David Wark Griffith.
El listado de intérpretes habituales en esta primera etapa, se abre con Dustin Farnum, Elliott Dexter, Geraldine Farrar, Raymond Hatton, Mary Pickford, Gloria Swanson (la Norma Desmond de El crepúsculo de los dioses); Kathlyn Williams, Fannie Ward y Sessue Hayakawa (el comandante japonés del campo de prisioneros en El Puente sobre el Río Kwai) entre otros; la mayoría apenas conocidos en imagen viva para los cinéfilos de hoy.
La belleza y elegancia de Swanson o la felina masculinidad de Hayakawa en los años ´10 del siglo XX, permanecen frescas y a resguardo de épocas posteriores gracias a la magia del cine y un talento dramático de DeMille que les permite lucirse en la posteridad. No obstante, el genio narrativo de este director, más conocido por sus historias bíblicas o monumentales que por los melodramas de sociedad que virtualmente reestrena este imprescindible volúmen 1, nos permite integrarles a la galería de grandes astros que guarda nuestra memoria.
Este fin de semana alcancé a visionar cuatro de las diez cintas. La semana entrante las iré comentando.
Les advierto que serán las primeras; no las últimas.
La colección es una gozada y merece ser considerada a la altura.
sábado, 30 de agosto de 2008
LA EQUIDAD JURÍDICA
jueves, 28 de agosto de 2008
NO MOLESTEN A CAROD ROVIRA
miércoles, 27 de agosto de 2008
OTRA VEZ EL MAGO DEL SUSPENSO
"Saboteur" ("Sabotaje"/1942) es otra manifestación del genio de Hitchcock. A pesar de no figurar entre sus principales obras maestras del periodo americano, las anticipa.
El suspense de su magia recoge la fórmula magistral de héroe acosado y solitario que autorizó su primer gran suceso mediante "Thirty - Nine Steps" ("Treinta y nueve escalones") impresa en Gran Bretaña hacia 1935.
Pese a estar bajo contrato con su extorsivo importador, el productor independiente David Selznick, y que éste le prestara a la compañía Universal obteniendo un suculento diferencial en dólares, consiguió imprimir a sus anchas este impecable relato, escrito a tres manos por Peter Viertel, Joan Harrison y Dorothy Parker, sobre los albures de un fugitivo (el muy agradable en persona y pantalla Robert Cummings) acusado inmerecidamente de sabotaje con víctimas -entre ellas su mejor amigo- en una industria estratégica.
Al coincidir las primeras tomas con el ataque japonés a Pearl Harbor se cargaron las tintas en el patriotismo americano y el castigo a los renegados (Otto Kruger, Alan Baxter, Alma Kruger y un joven Norman Lloyd).
Como rubia de turno haciendo juego con el típico galán moreno en los filmes del autor, aparece Priscilla Lane, levemente popular en esos años. Cummings, en Hollywood desde comienzos del sonoro y escolta en 1954 de Ray Milland y Grace Kelly en "Dial M For Murder" ("La llamada fatal") consiguió aquí su mejor papel de galán, desarrollando una apreciable trayectoria de comediante en el cine y la TV durante cuatro décadas.
Lo mejor de "Sabotaje" -pieza de secuencias bosquejadas por el lápiz de Hitch-, está en sus actores secundarios de cepa teatral, repartidos entre los señalados traidores (Otto Kruger el más sibilino) y los patriotas, encabezados por Pedro de Córdoba (cabeza de una troupe circense que los cobija en la ruta durante parte de su escapada permanente) y Clem Evans (tío ciego de la chica compuesto maravillosamente).
Asimismo,destacan en el guión las pinceladas realistas que retratan a los traidores a su patria y descreídos de la democracia como cariñosos abuelos (Otto Kruger), padres de familia (Alan Baxter) o damas de sociedad que practican la beneficencia (Alma Kruger), sugiriendo el buen camuflage y mejor efecto dramático de la maldad.
Si en la cinta de 1936 era Madeleine Carroll la que al comienzo desconfiaba de su virtual secuestrador Robert Donat, a cinco años vista se reitera el rifirafe templado por el riesgo, que luego conduce al romance.
Finalmente la pareja consigue que él sea reconocido como patriota, y colabore especialmente en la persecución del saboteador que provocó la catástrofe incendiaria (Lloyd). La misma culminará en una impresionante escena de caída libre captada mediante trucajes y escenarios bien conseguidos, en la cima estatuaria de la Libertad.
El que cae al vacío es Lloyd, al des coserse una manga de la chaqueta que consiguió aferrarle Cummings, procurando salvarle para el juicio y la condena.
Cualquier semejanza con la batalla que en el Monte Rushmore desarrollan Cary Grant y otro malvado bajo su patrocinio en 1959 se justifica; así como ensayados recursos de injusto acoso que volcara tres años antes en el falso acusado Henry Fonda; su víctima propiciatoria en "The Wrong Man" ("El hombre equivocado").
Lo que en cualquier cineasta menor sería cansina reiteración, en Hitchcock integra un arsenal arquetípico y conceptual de reciclaje creativo y alto impacto emocional.
Si bien en su obra no se aprecian expresas menciones a la cuestión social, en la moral posvictoriana del genio se exaltan la virtud, el coraje, y la capacidad de asociación para un buen fin. El item amoroso ocupa un espacio latente o manifiesto, y especialmente contradictorio en muchas ocasiones.
Un repaso a los origenes familiares y la vida privada de este amante de la buena mesa, más que razonable esposo y peculiar progenitor de una hija que siempre le respetó, encajan con esa forma inimitable de encarar un relato. Salvando la última etapa que arranca con "Psicósis", Hitchcock ha preferido sugerir la sangre antes que mostrar los agujeros.
Pieza impregnada de frescura y notables diálogos, "Sabotaje" es, en tal sentido, una típica manifestación de esa extraordinaria habilidad para dejarnos imaginar, partiendo de su inimitable y poderosa inducción.
martes, 26 de agosto de 2008
LAS INDISCRECIONES DE UNA VENTANA
Como ya dije en relación con "Laura" en otro post, hay obras maestras que son justamente eso, porque nos enseñan a mirar la vida. El arte cuando es cine y viceversa, comporta una fuente inagotable de inspiración; elemento imprescindible para disfrutar de la existencia. Sin inspiración, nos gobiernan la rutina y las simplezas. Esto es, el conformismo.
Y no hay peor vida que la rendida al conformismo.
Alfred Hitchcock, igual que John Ford, nos llena de optimismo en cada filme. Y no es que su mensaje sea en sí mismo optimista. El optimismo existe en los que disfrutamos de sus sensitivas, inteligentes y apasionantes narraciones. Es lo que consigue el genio cuando es entendido aunque el mensaje sea pesimista o lo parezca.
"Rear Window", para nosotros "La ventana indiscreta"/1954, es una de sus grandes obras maestras, comparable en agudeza y atmósfera a la más fantasiosa "Vértigo", la razonable "Shadow of Dubt"("La sombra de una duda"/1944), una retorcida "Notorius" ("Encadenados"/1946), y la soberbia "Strangers on Train"("Extraños en un tren"/1951), al igual que "La ventana...", otro capolavoro más o menos asfixiante de William Irish (nacido Cornell Woollrich, también en ocasiones para sus libros).
Mucho se ha escrito sobre Hitch y "La ventana...". Sin embargo poco se menciona el sofocante calor que padece el James Stewart enyesado en el pequeño piso de su inquieta convalecencia; semejante en intensidad al que nos agobia precisamente este verano a la vera del Mediterráneo. A menudo el calor sofocante obnubilia la inteligencia, adormeciendo nuestro instinto rastreador. De ahí que echemos mano del aire acondicionado, piscinas o playas para refrescarnos.
El intenso calor húmedo, revelado en ventanas abiertas, y en parejas que duermen en los balcones es un símbolo vivo del poder de este relato, fundiéndose en las gotas de sudor que surcan la reptante curiosidad del protagonista. Pero asimismo refleja la realidad sofocante que amenaza nuestra propia vida cotidiana, sobrada de imprevistos, aunque también de ciertos niveles de curiosidad.
Los dramas que rodean el voyeurismo de Stewart -menos importante que su sed de realismo- le alcanzan en su pertinaz rechazo a comprometerse con la joven de clase alta, que encarna una Grace Kelly en plena y gloriosa juventud.
Fotógrafo de profesión entreverado en las guerras y balaceras que requieren sus reportajes, el personaje recorrió el planeta captando miserias que le conducen a desarrollar un cierto nihilismo sentimental de corte sádico con el elegantísimo bellezón.
Para colmo, es más o menos pobre en comparación. La pasta y el lujo le interesan poco. Sin embargo, lo eleva por encima de otros esa incesante curiosidad, inherente a la profesión y el permanente gusto por la aventura y el riesgo.
Con el yeso en la pierna bloqueando la aventura y el riesgo, en apariencia vedados, se las ingenia para procurárselos con ayuda del azar.
Otro espíritu más conformista hubiera soslayado la cita con el peligro. Y este canto a la audacia, propia del justiciero, es lo que otorga al relato el impulso ideal de cara al espectador.
A diferencia de su amigo, el sargento de policía libre de yeso y dueño de los medios materiales para capturar a un criminal -encarnado por Wendell Corey-, el héroe con la pierna en cabestrillo no se queda con las apariencias. Por lo tanto se manifiesta rebelde; un espécimen tan obstinado en su febril insistencia de captar la realidad que no tarda en convencer a su chica de que el vecino del bloque frontal (Raymond Burr) troceó a su mujer.
Luego persuade a su práctica y veterana asistenta (la espléndida característica Thelma Ritter), y tras implicar a ambas en una riesgosa búsqueda de pruebas frescas -casi al borde de ser asesinado por el matarife-, convence al policía; el último de los tres personajes en movilizarse por fuerza mayor.
En cierto sentido esa tenacidad del ciudadano de clase media acumulando indicios criminales mientras pasa el testigo a otros que al principio desconfían de sus tesis, nos recuerdan al Henry Fonda de "Doce hombres sin piedad".
Claro, mediando Hitchcock, Irish y la excelente adaptación de John Michael Hayes en clave de puro suspense y subidón de adrenalina, no cabrá esperar el polémico rescate de un inocente, sino la condena de un asesino pescado in fraganti por el pertinaz vecino de enfrente.
En cualquier caso me vale la parábola.
Los mordaces y divertidos diálogos de los actores de esta historia, su electrizante interés y las matizaciones que envuelven el universo vecinal que Stewart capta con su telescopio de fotógrafo, reflejan la vida misma.
Son flashes de su cámara, la herramienta de trabajo activada a último momento, los que impiden que el siniestro Burr le elimine de cuajo, mientras llega la policía.
La secuencia final nos remite a un vecindario que supera sus desgracias personales. Es una forma convencional de decirnos que la vida sigue, sin resentir la calidad de una trama impecable.
Ahora el fotógrafo sumará otra escayola a la ya existente, con la Grace de Hollywood a su vera. Ella supo correr riesgos junto a él, probándole que además de hermosa y rica es audaz y valiente.
Como no hay un gran filme de Hitch sin una espléndida partitura, contó la pieza con el talento orquestal de Franz Waxman.
La virtud de las obras maestras de la literatura y las artes radica en que siempre quedan cosas por descubrir.
Visioné esta cinta en algún mes de 1955 sentado en la butaca de un cine de Buenos Aires. En perspectiva, observo que es una de las historias mejor filmadas en la década.
Incesantes pases por la tele, ediciones en VHS y ahora una espléndida remasterización en DVD (con estupendo making off agregado), me permitieron saborearla durante años.
Esta madrugada he disfrutado nuevamente y con más detalles de "La ventana indiscreta".
Quizá por ello sobre las 2:50 AM asomé el testuz por el balcón de mi segundo piso y, como quién no quiere la cosa, bajo un cielo encapotado y anhelando la esquiva brisa de agosto eché una ojeada al bloque que enfrenta el mío.
Por si de pronto llueve, como en la peli...
LA MARCA DEL GENIO
En otras manos, Hangman´s House (La mansión del verdugo/1928) sería una cinta intrascendente. Bajo la mirada de John Ford se transforma en una prueba más de su genio dramático, de cepa irlandesa y rebelde.
Iniciado en el género western modelando los melodramas de aventuras ecuestres de Harry Carey, el maestro hizo carrera en la compañía FOX, imprimiendo guiones contemporáneos.
En La mansión del verdugo, rodada en los bordes del cine sonoro, retrata con luces y sombras la atmósfera violenta en la Irlanda de comienzos del siglo XX, encarnada en su vertiente cruel por un terrible juez de la horca (Howarth Bosworth), quien antes de morir de viejo y amargado en una sombría mansión, fuerza el casamiento de su bella hija (June Collyer) con un malvado aristócrata (Earle Foxe) contrariando el amor que ella siente por su joven enamorado (Larry Kent).
En auxilio de la pareja desembarca clandestinamente en la costa un maduro legionario (Victor McLaglen), proscrito desde tiempo atrás por los británicos (de ahí su enganche en la Legión Extranjera) y resuelto a vengarse del aristócrata, casado en secreto con una hermana suya a la que abandonó, provocándole el suicidio.
El personaje que encarna McLaglen viene a resumir las virtudes de la violencia en los rebeldes independentistas.
La resolución apocalíptica del filme mediando un incendio que devora la mansión y al virtual bígamo, seguida de un tiroteo entre el rebelde fugitivo y la policía forma parte del arsenal narrativo de Ford; supremo en los combates entre blancos y pieles rojas en Stagecoach (La diligencia) y Fort Apache (Fuerte Apache).
La calidad dramática de los actores que el maestro planta ante la cámara es la habitual. Destacan sin duda Mc Laglen y el viejo Bosworth. Foxe, Collyer y Kent cumplen; aunque ninguno de los tres sería figura en las décadas siguientes.
Es probable que con el tiempo uno deshilvane en la memoria el argumento de esta historia entre buenos y malos, donde triunfan el romance y la justicia.
Lo que no podrá olvidar ningún cinéfilo que prefiera el arte a la basura, es que esta obrita menor, marcada por el genio y prácticamente desconocida en España, la imprimió hace ochenta años John Ford...
lunes, 25 de agosto de 2008
LIBERTAD A AMADEU CASELLAS
sábado, 23 de agosto de 2008
UN VIEJO Y GASTADO TANGO
jueves, 21 de agosto de 2008
EL MENSAJERO DE LA MUERTE
NUESTRA CATÁSTROFE
lunes, 18 de agosto de 2008
EL SENTIMIENTO NACIONAL
domingo, 17 de agosto de 2008
LO PERPETUO Y LA PERPETUA
viernes, 8 de agosto de 2008
EL FACTOR HUMANO Y LAS PRONTAS MEDIDAS LEGISLATIVAS ANTE EL TERROR
miércoles, 6 de agosto de 2008
¿Y EL FACTOR HUMANO?
martes, 5 de agosto de 2008
RESPETAR LA VIDA
viernes, 1 de agosto de 2008
RETORNO AL MEDIOEVO
Escarbando en el cubo paso por alto los malos aromas que sueltan los conocidos de siempre y extraigo un farragoso artículo del inefable Sanchez Dragó (Fernando, para más señas), titulado "Insultos".
Of course, no refiere los que el condenado Jiménez Losantos (señalo su condena judicial; aunque la otra acepción del término pueda hacerse extensible a sus quehaceres públicos)
dirigió y seguirá dirigiendo a quien se lo ocurra, sino a aquellos que otros dirigen con probada razón, al genio y figura del reconocido calumniador.
La defensa que el señor Dragó realiza de su compadre, calificando de envidiosos a quienes le combaten desde otros medios no es novedosa. En realidad, nada de lo que perpetra este falso rebelde y hedonista del conservadurismo más rancio, es original, pese a la pretendida extravagancia que nutre sus infumables textos.
A más de propagandizar la editora de uno de sus amos, y remitirnos a la figura del toquetón Rey Midas, engrosa su lista de ejemplos históricos justificantes del calumniador, apelando a Thomas de Quincey, Valle Inclán, Góngora, Quevedo, Cervantes, Lope de Vega y el infaltable Camilo José Cela.
Según el deponente, en la literatura abordada por todos y cada uno no escasearon calificativos más o menos semejantes a los utilizados por Losantos, autodefinido como "baturro" y demócrata de pro, pero que igual no conmovió a sus jueces (a los venidos y me temo que tampoco los por venir, de acuerdo a las demandas en su contra, que aguardan turno de juicio y sentencia).
Menos Cela, que además de buen escritor fue censor y al parecer confidente del franquismo, ninguno de los grandes literatos y pensadores citados realizó sus obras maestras en una sociedad democrática. Ni siquiera pudo Valle Inclán, pese a representar cabalmente la generación del ´98 y su época liberal.
Me temo que el pequeño César y su articulista defensor no captan el decisivo matiz que separa el universo arcaico del mundo moderno. Sin duda alguna, sus almas encendidas por la sangrienta tauromaquia y el nacionalismo zarzuelero del pretendido credo liberal, palpitan siglos atrás, sin desvelar la menor traza de los esplendores críticos que mencionan.
Los epítetos que en los talentos del pasado sonaban a justicia y ansia de libertad, son, en boca o pluma de Jiménez Losantos, su gavilla de repetidores y Sánchez Dragó, meros gargajos.
Purulentos esputos de los que hoy -y a Dios gracias, mal que pese a la Cope y El Mundo- en algunos casos se encarga la justicia...
CHANTAJE EN BROADWAY (SWEET SMELL OF SUCCESS)

Al menos una vez al año repaso este "Chantaje en Broadway", del que tantas enseñanzas se desprenden enfocando los medios de comunicación.
El guión cinematográfico de Clifford Odets y Ernst Lehman (basado en una obra del último) no tiene desperdicio. Tampoco su vigorosa e inteligente realización, a cargo del británico Alexander Mackendrick.
El nudo de la historia se centra en los métodos que el cruel sujeto y sus soplón emplean para separar a la hermana del primero, de un joven músico (Martin Milner), integrante en la ficción del conjunto jazzístico del célebre Chico Hamilton.
La invariable bajeza de J.J, su clara pulsión incestuosa enlodando al novio de su hermana con ayuda de Falco, y el universo de roedores y supervivientes de la prensa y el espectáculo que inundan una trama de negro trazo, convierten la magna pieza en imprescindible.
Una constante oleada de odio y desprecio por la dignidad humana salpica esta trama tiburonesca, matizada por diálogos y observaciones profundamente reveladoras. Según J.J "la integridad es como el sarampión; un barril de pólvora presto a ser encendido".
Otros opinan que el columnista más encumbrado de Broadway "abusa del patriotismo y es una vergüenza nacional", el tipo "cuya mano derecha nunca vio lo que hacía su mano izquierda", dueño de "los escrúpulos de un cerdo y el instinto de un gangster"...
Las analogías que desprenden Hunslecker y Falco (maravillosamente interpretados por el siempre vigoroso Lancaster y un Tony Curtis sorprendente) con personajes reales de la prensa y los medios españoles, resultan patentes.
La diferencia radica en que "Jason Jota" (no confundir con Pedro Jota, pues su modelo de entonces fue Walter Winchell) pierde a su hermana, y Falco se gana una paliza de campeonato a manos de su policía grasiento y mamporrero; aunque haya hecho lo indecible por complacer a un amo que desprecia, y le desprecia a su vez.
Entre nuestros J. J. Hunsleckers y Falcos (con políticos torticeros y clérigos de poco escrúpulo agregados) menguan los clientes y abundan los fallos judiciales señalando delitos, y penas a cumplir.
En verdad poco importa que las últimas no crucen la barrera dineraria.
El honor y la dignidad de los calumniados se mantuvieron en alto. En cuanto a las mentiras e inventos- también patrióticos- deslizados en la radio, el papel impreso y la red, o alguna TV francamente menor, el claro retroceso de audiencias y lectores, señalan evidentes mejoras en el criterio ciudadano.
Es una pena que Chantaje en Broadway, rodada en 1957, no sea muy conocida en España.
La visioné el año siguiente en Buenos Aires y aquí la pasaron sin pena ni gloria en la tele. Entonces mi grabadora VHS no se la perdió. Creo que fui uno de los pocos que conservó el tesoro y tan a menudo abrió el cofre. Por eso no me sorprende que la FOX salde ahora a precio de remate buena parte de su edición en DVD.
Debieran visionarla en detalle todos los estudiantes de periodismo, y aquellas personas interesadas en los medios de comunicación y preocupada por sus mensajes, a menudo infecciosos...