En su
columna de "El Mundo", Lucía Méndez, a tenor de la publicitada entrevista presidencial en Antena
3, y sus respuestas, eludiendo temas tan sangrantes como la pobreza y
el paro, desvelaba su pasmo ante la excluyente obsesión de Mariano Rajoy
por la supuesta economía boyante, parangonando sus añejas glorias como
parlamentario de temible efecto en las cargas dialécticas destinadas a
sus rivales políticos, con su discurso
plano y carente de toda emoción.
Méndez es jefa de Opinión en el
periódico que dirige Ramirez. Desde su lanzamiento editorial pertenece a
su plantilla, salvando un breve período, y experta en los entresijos políticos, conoce perfectamente a
Rajoy, porque además es votante del PP. Cuesta creer luego que no capte a fondo la entraña mutante del inquilino de La Moncloa. Más o
menos lo mismo que a su director, y a la mayoría de los dirigentes
políticos en este país.
Los avatares del tiempo generan mutaciones de apariencia
sorprendente en los seres humanos; aunque no sean de tal calibre, ni
mucho menos, al analizar su antes, comparándolo con el después.
La matriz ideológica del partido Popular se edificó sobre una base
franquista, adaptada a la mal llamada Transición Democrática.
La derecha local conoce ese referente político, basado en la derrota
republicana y el odio cerril por las reivindicaciones populares. La
formación de sus dirigentes amaneció en medio de la currupción
organizada y sistemática, solventada por el dinero público y la conexión
con empresas privadas y bancos, base de negocios y prebendas para los
grandes partidos políticos y dichos estamentos.
El desarrollo
económico español se basó en este capitalismo de amigos, práctica
forzosa, alimentada durante cuarenta años por la dictadura. La nefasta
Transición Democrática preservó esa esencia.
El sistema de elección popular,
activado por listas cerradas y un funcionamiento interno caciquil,
favoreció la tendencia a buscar desde el encapsulamiento la riqueza
personal, desestimando cualquier ideal social previamente enunciado.
La carrera política de Mariano Rajoy se cimentó sobre esas bases,
desarrollando funciones ministeriales durante los turnos de Aznar, en
épocas de aparente prosperidad. Por entonces, no eran necesarias medidas
draconianas de confiscación social; pese a iniciarse un proceso
desnacionalizador de empresas públicas, acompañado de minimización
industrial y destrucción parcial de la agricultura ni bien ingresara el
país en la Eurozona.
La crisis cambió ese tan aparente estado de
gracia, si bien, y esto debe quedar claro, en ningún instante en las
filas del PSOE (caso ERES, antes Filesa y etc), CiU y sobre todo el PP,
cesaron los saqueos a las arcas públicas, el enriquecimiento entre sus
filas, y los negociados de favor con empresas y bancos.
Los cambios
que tanto pasman a Lucía Méndez pegaron un salto cualitativo desde la
presidencia Rajoy, pero también lo habían hecho antes durante los turnos de Felipe
González, José María Aznar y José Luis Rodriguez Zapatero (su última
providencia fue amnistiar a un banquero condenado por la justicia).
Si
en el planeta los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres,
eso significa que el desarrollo capitalista, esencialmente basado en la
producción de bienes y la extensión social del consumo a todas las clases, ha llegado a tal extremo de salvajismo que pone en peligro
la propia existencia de la raza humana.
El derrumbe del comunismo y
sus satélites europeos eliminó un rival peligroso para el capital. Con
el factor, se abrió para los sindicatos y la izquierda en el sur del
continente un período de retroceso, desmoralización y quiebra
ideológica en todos los frentes. Fuera del capitalismo, parecía no
existir nada que valiese la pena. Los grandes capitanes de la industria,
el comercio y las finanzas se lo tomaron en serio, empleándose a fondo en la tarea de
enriquecerse sin medida, favorecidos por la emergencia de paraísos
fiscales, ya abolidos los controles de la posguerra.
Entre tanto, la unificación alemana cambiaba, asimismo, la relación de fuerzas en la Unión Europea.
Si en el pasado la República Federal, fundada por Konrad Adenauer y la
socialdemocracia, lideraba el conglomerado de naciones que a la CEE se
sumaban (entre ellos España), respetando el viejo sueño fundador de
bienestar social y crecimiento económico, con calidad de vida para
todos, el fenómeno globalizador y la absorción de la RDA, reavivaron en
los polííticos teutones y su gran buerguesía el viejo sueño de
dominación paneuropeo, fracasado tras las dos terribles guerras
mundiales del siglo XX.
La emergencia conservadora de Merkel
significó para Alemania y el continente lo que Margaret Tatcher en Gran
Bretaña y Ronald Reagan en los EEUU (reforzado luego brutalmente por el
insuperable George Walker Bush). O sea, capitalismo puro y duro,
recorte del espacio social, y precarización de salarios. Esgrimiendo la
perversa moneda asimétrica, un anzuelo para los codiciosos burgueses
del sur, los atiborraron de euros, fabricando burbujas inmobiliarias,
mientras la currupción de orígen seguía avanzando en sus economías,
preparando una gigantesca transferencia de recursos desde el polo más
rezagado, al más próspero.
Durante este proceso, los más ricos
endurecieron su vieja ideología cavernaria, echando mano de políticos
locales en España, Grecia, Portugal, Italia e Irlanda, incorporando,
cómo no, a los ex comunistas de Polonia, Hungría, Rumania, la ex
checoeslovaquia, Bulgaria y Letonia.
Esta es la historia actual.
Rajoy no cambió jamás, salvo de calzoncillos. Es el mismo crápula de
siempre, ahora en la presidencia del fallido Reino de España. Es el
único cambio, y a la postre el determinante que acusa la Méndez, sin
evaluar lo que ocurre en su periódico, plagado de tipos tan miserables
como Jiménez Losantos, Salvador Sostres, Arcadi Espada, Raúl del Pozo,
Luis Maria Anson, Eduardo Inda, y otros felones varios que, ella misma
convalida como encargada sui géneris de Opinión.
Todos ellos
respaldan a Rajoy o a Aznar, Wert, Gallardón y Esperanza Aguirrre,
siguiendo las directrices del decadente Pedro. J. Ramirez.
No es el
único Dr Jekyll convertido en Hyde. Los arrepentidos del comunismo y el
socialismo son legión en la prensa escrita y el grueso de los medios.
Nuestros burgueses españoles, a los que la pasmada Mendez y sus
columnistas sirven, no se desmarcan del macartismo imperante en Europa y
los EEUU. Allí, el Tea Party, eje hoy del Partido Republicano, casi
provoca el hundimiento nacional saboteando el modelo sanitario de Obama.
Aquí, Rajoy, con la tolerancia poco disimulada de Rubalcaba, lo está
consiguendo. Al menos, eso creen estos mutantes de ocasión. Veremos
hasta cuándo...